¿Por qué aparece la falta de deseo sexual?
La falta de deseo sexual supone uno de los retos más importantes de la sexología clínica. La incidencia de esta disfunción aumenta progresivamente a mayor ritmo y es probablemente la que más fracasos terapéuticos atesora. Kaplan definió: “El deseo sexual o libido es vivenciado como sensación específica que mueve al individuo a buscar experiencias sexuales o a mostrarse receptivo a ellas. Tales sensaciones son producidas por la activación de un sistema neural específico en el cerebro. Cuando este sistema se activa, la persona está “caliente”, según el lenguaje popular, y es posible que perciba sensaciones genitales, que se sienta vagamente excitada, interesada o abierta a experiencias sexuales o, incluso, simplemente inquieta. Estas sensaciones cesan después de la gratificación sexual, esto es, del orgasmo. Cuando este sistema está inactivo o sometido a la influencia de fuerzas inhibitorias, una persona no tiene interés en las cosas eróticas, pierde el apetito por las experiencias sexuales”. Para esta autora, el deseo sexual no es más que “tener ganas, estar dispuesta, motivada, expectante”.
Cuando sentimos que algo no va bien y nuestro deseo sexual está “trastornado”, se utilizan indistintamente variadas terminologías como: aversión sexual, fobia al sexo, apatía sexual, deseo sexual bajo, evitación sexual… que tienden a producir confusión conceptual en torno a la sexualidad.
Ese desánimo puede deberse a innumerables causas y en etapas totalmente diferentes de la vida. La libido femenina es sensible y puede verse afectada por cualquier alteración, por pequeña que sea, que haya tenido lugar en nuestro entorno o en nuestro cuerpo. En la práctica clínica, las perturbaciones de la libido que más se atiende son de origen psicógeno más que las derivadas de factores fisiológicos (trastornos hormonales, enfermedad…). Algunos pacientes tienen tan enérgicas defensas contra su deseo sexual que evitan activamente cualquier situación que pueda movilizarlos. Son pacientes que no leen literatura erótica ni miran imágenes eróticas. No hablan de temas sexuales y hasta es posible que se sientan incómodos si en una conversación o en una broma hay sugerencias sexuales … El mecanismo de “desconexión” hace pensar que la causa o antecedente inmediato del deseo sexual inhibido es la supresión involuntaria e inconsciente, pero activa, del deseo sexual.
En un matrimonio o una relación muy duradera, el problema de la falta de deseo puede acarrear graves consecuencias entre ambas personas. Si uno de los dos es una persona que trabaja en exceso, que lleva un ritmo de vida que la mantiene extenuada, no puede esperar tener un deseo sexual satisfactorio.
Igualmente si no se encuentra satisfecha con su relación, ocurre algo similar. Una mujer que se sienta dominada en una relación, sin espacio para dialogar, en donde no se le toma en cuenta, verá cómo su deseo sexual se ve afectado. Lo mismo ocurre cuando hay diferencias entre la pareja con respecto al espacio de cada uno. El espacio significa tiempo individual, apartado de la pareja; tener amigos e intereses separados. Esto es sano en una relación, ya sea para el hombre como para la mujer. Pero, en ocasiones, la mujer requiere de más espacio y resulta que la otra parte necesita de mayor cercanía y, por consecuencia, un menor espacio. Esta situación puede llevar a un descenso de libido. Se inicia así un ciclo de “me persigues y me distancio”, y lo que se consigue es más distancia de una de las partes y por lo tanto una sensación de rechazo por la otra.
¿Cómo superar la falta de deseo?
Algo imprescindible para superar este tipo de baches por los que la gran mayoría habremos pasado o pasaremos es mejorar la comunicación; espacio no significa que se deje de querer a una persona, como a veces erróneamente se asume. Los sentimientos de vulnerabilidad y confianza son también causas que pueden influir en la aparición del fenómeno. Hacer el amor coloca a la mujer en una posición de expresar afectividad por su pareja y de demostrar que lo necesita emocionalmente. Sin embargo, a pesar de que estos sentimientos son genuinamente positivos, si no existe confianza con la pareja, si no se siente que está allí cuando se le necesita, si no se está segura de la estabilidad de la relación, las relaciones sexuales pueden producirle insatisfacción. Por todo esto, comunicarnos con nuestra pareja, decirle cómo nos sentimos y lo que queremos, el cómo nos gustaría llevar la relación… Poner puntos en común para llegar a acuerdos condensados hará sentir a ambas partes cómodas y comprendidas, por lo que crearemos un ambiente más relajado. Ahora ya sabéis, donde sube la tensión… ¡baja el deseo!
Como habéis podido ver, son muchas las mujeres que perciben una vida infeliz alejada de todo bienestar producto al deseo sexual, ya sea por ser este elevado y no encontrar satisfacción o por estar disminuido. Se pueden ver sintetizados los factores comunes en la problemática del deseo sexual femenino: problemas de comunicación, falta de afecto, pugnas y conflictos de poder y la falta de tiempo para que la pareja pueda estar a solas. Por otra parte, siempre tenemos que tener presentes otras situaciones más delicadas que hayan podido derivar en un deseo sexual inhibido, como puede ocurrir en personas con una educación sexual muy estricta durante la crianza, actitudes negativas hacia el sexo o experiencias sexuales traumáticas o muy negativas.
Aunque en este artículo hemos hablado principalmente de las causas emocionales que afectan al deseo, los factores físicos también desempeñan un papel fundamental en la libido femenina. El cansancio, la fatiga, los desarreglos hormonales o el dolor en las relaciones pueden también convertirse en inhibidores del deseo. En esos casos nos podéis consultar vuestro caso o recurrir a la ayuda de suplementos como FemmeUp Libido fabricado con plantas naturales que ayudan a elevar la libido y dar más energía, para mejorar la libido endógena.
Fuente:
Salvazán, N.; Creagh Almiñán, Y.; Soto Martínez, O.; Wilson Castellanos, D. El deseo sexual femenino. Un tema de interés para todos. Revista Información Científica, vol. 85, núm. 3, mayo-junio, 2014, pp. 514-525