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¿Cómo funciona la respuesta sexual humana?

La respuesta sexual humana comprende todo un conjunto de cambios psicológicos, fisiológicos y hormonales que nos permiten disfrutar de las relaciones sexuales. En los últimos años han ido surgiendo muchos modelos que nos ayudan a entender cómo funciona el sexo en los humanos y qué cambios tienen lugar en nuestro cuerpo cuando tenemos relaciones sexuales. Aún así, a día de hoy todavía quedan muchas cuestiones por aclarar sobre la respuesta sexual femenina, pues la complejidad anatómica, fisiológica y hormonal de la mujer es particularmente especial. ¡Sigue leyendo para saber más sobre tu sexualidad!

¿Cuáles son las 4 fases de la respuesta sexual humana?

El concepto de respuesta sexual humana fue introducido por primera vez en la historia por parte de William Masters y Virginia Johnson, en 1966. El término designa todo conjunto de cambios psicológicos, neurofisiológicos, vasculares y hormonales que tienen lugar durante la realización del acto sexual. Es un conjunto de cambios físicos y psicológicos que afectan a la totalidad de nuestro organismo, generando (normalmente) sensaciones placenteras que refuerzan nuestra motivación de querer repetir la experiencia sexual [1].

De manera general, y tras muchos años de investigación y propuestas de modelos varios, la respuesta sexual hoy en día puede describirse a través de 4 fases o componentes: el deseo, la excitación, el orgasmo y la fase que sigue a este último, la resolución [1].

Vamos a ver un poco más de cerca cada una de las fases para que conozcas lo más importante de cada una:

1- Deseo. La fase del deseo (o también conocido como libido, apetito sexual o pasión), puede ser entendida como una emoción o activación emocional que nos facilita la búsqueda de placer erótico y sexual [2]. Esta fase o emoción suele anteceder al comportamiento sexual en sí mismo, pero no es determinante para tener relaciones sexuales (aunque sí es recomendable, porque de lo contrario puede no disfrutarse en su totalidad) [2]. Esta fase puede presentarse de manera “espontánea” o “reactiva”, es decir, como respuesta a la estimulación sensorial directa de nuestros órganos sexuales u otras zonas erógenas [1].

2- Excitación sexual. En esta fase tienen lugar muchos cambios genitales (como la lubricación vaginal, la tumescencia (o hinchazón) del clítoris, dilatación de la vagina y elevación del útero, en la mujer), así como también cambios extragenitales (como la erección de los pezones, aumento de la frecuencia cardíaca y de la ventilación pulmonar, etc.). De esta manera, tienen lugar gran cantidad de cambios físicos y fisiológicos que adaptan nuestro cuerpo al acto sexual en sí mismo [1]. Esta fase constituye una entidad neurofisiológica propia, que se produce como respuesta a estímulos eróticos previamente experimentados [2].

3- Orgasmo. El orgasmo conforma la tercera fase de la respuesta sexual humana. Se trata de una respuesta refleja y automática que se caracteriza por toda una serie de contracciones involuntarias que están asociadas, por lo general, al placer. La definición del orgasmo en sí misma está marcada por la subjetividad (pues cada una experimenta el orgasmo de una manera distinta), pero, en palabras de Carroble (1990) [citado en 2], el orgasmo puede describirse como “experiencia placentera, caracterizada por liberación la brusca e instantánea de toda la excitación o tensión sexual acumulada previamente, tanto a escala física, neuronal como psicológica, a través de intensas sensaciones físicas, seguidas de una rápida desactivación o relajación de toda la tensión acumulada” [2]. De esta manera, el orgasmo es una experiencia de duración breve que puede durar unos cuantos segundos, por lo que se trata de una de las fases más cortas del ciclo de la respuesta sexual humana [2].

4- Resolución. Esta última fase (que más que fase en sí, algunos autores la consideran la finalización del orgasmo) [2], consiste en el retorno a los valores físicos iniciales de nuestro cuerpo, con una reducción de la vasocongestión pélvica y relajación muscular, que puede durar varios minutos y se va alargando con la edad [1]. En hombres, la resolución acostumbra a seguirse de un “período refractario”, durante el cual es difícil volver a repetir un nuevo ciclo de respuesta sexual. En mujeres, si bien también pueden ocurrir períodos refractarios (especialmente tras orgasmos muy intensos), si perdura la estimulación sexual y se mantienen los niveles de excitación previos, lo habitual es que se puedan desencadenar orgasmos sucesivos, efecto que se conoce como “capacidad multiorgásmica” [1].

Es importante también tener en cuenta que tanto hombres como mujeres podemos experimentar todas las fases (o no todas), pero no tenemos por qué hacerlo de la misma manera, ni tampoco en el mismo orden. Por ejemplo, es poco probable que tú y tu pareja sexual lleguéis al orgasmo al mismo tiempo, cada uno necesitará su propio ritmo. De esta manera, el paso por cada una de las fases variará en intensidad y tiempo, siendo un proceso único y especial para cada persona [3].

Modelos de respuesta sexual humana

Ahora que ya conoces mejor las fases principales de la respuesta sexual, es importante también que conozcas brevemente los distintos modelos que han ido dando forma a las 4 fases que hoy en día definen nuestra sexualidad. Como habrás podido ver, la respuesta sexual (especialmente en mujeres), es muy variable y multifacética, e incluye la interacción de muchos componentes fisiológicos, psicológicos e interpersonales [4]. Esto ha sido así desde el inicio de las primeras investigaciones sobre la sexualidad humana, donde autores como Master y Johnson ya en el siglo XIX observaron la variabilidad de los patrones de respuesta sexual en las mujeres [4]. De esta manera, fueron surgiendo diversos modelos para dar respuesta al ciclo de la sexualidad humana. Los más importantes son:

- Modelo lineal de 4 fases de Masters y Johnson (1966). William Masters y Virginia Johnson en 1966 fueron los primeros en estudiar la fisiología de la respuesta sexual humana mediante la creación de un modelo lineal de 4 fases ampliamente conocido que conforma parte de las fases que actualmente se utilizan: excitación, meseta, orgasmo y resolución [5]. Este modelo describe una secuencia lineal y ordenada de respuestas fisiológicas, comenzando con la excitación sexual y culminando en el orgasmo y la resolución, con sus respuestas genitales y extragenitales asociadas [4]. Según este modelo, la excitación es la primera fase de la respuesta sexual. Los investigadores describieron toda una amplia gama de respuestas que ocurren tanto a nivel genital (lubricación, expansión del útero…) como a nivel extragenital (enrojecimiento, erección de pezones…) durante la fase de excitación sexual. Todas estas respuestas son muy variables entre mujeres, por lo que cada una lo experimentará de manera diferente. Así, si se mantiene un nivel elevado de excitación sexual durante la fase de meseta, se culminará en forma de contracciones involuntarias, que dan como resultado el orgasmo femenino. De esta manera, Masters y Johnson concluyen que, tras uno (o más) orgasmos, se produce el retorno gradual al estado previo a la estimulación sexual, que es lo que denominan fase de resolución [4]. Sin embargo, este modelo contó con varias limitaciones y críticas: asume una progresión lineal de aumento de la excitación sexual, que culmina con el orgasmo y la resolución, lo cual se ha visto que no en todas las mujeres es así. El modelo, por su parte, también muestra una gran ausencia de la importancia de los factores psicológicos e interpersonales de la respuesta sexual en sí. Finalmente, este modelo no cuenta en ningún momento con la fase de deseo sexual o libido, un aspecto importante que los modelos posteriores añadirán [4].

- Modelo trifásico o tridimensional de Kaplan (1979). Como solución a la última limitación del modelo de Masters y Johnson, en 1979 la sexóloga Helen Kaplan propuso el modelo trifásico o tridimensional de la respuesta sexual. Este modelo, tal y como indica su nombre, organiza la respuesta sexual en 3 fases: deseo, excitación y orgasmo. Este modelo supone la primera consideración del deseo sexual como un componente importante de la respuesta sexual. Kaplan establece que los componentes fisiológicos y psicológicos del deseo sexual están mediados por el sistema límbico (la región del cerebro encargada, entre otras cosas, de las emociones, la memoria y el aprendizaje), pero también están influenciados por factores hormonales (es decir, por los andrógenos y estrógenos) y por factores psicosociales. De esta manera, la fase de deseo se considera un precursor necesario para el desarrollo de una excitación adecuada y de un orgasmo exitoso. Como curiosidad añadida, este modelo ha servido de base para la clasificación de las distintas disfunciones sexuales propuestas en el Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales (DSM-III y DSM-IV) [4].

- Modelos circulares. A raíz del surgimiento de los dos modelos anteriores, varios investigadores han ido creando nuevos modelos que explican la respuesta sexual de manera cíclica y circular (no lineal). Un ejemplo de ello es el modelo basado en la intimidad de Basson (2001). Este modelo se basa en la idea de que las mujeres experimentamos las fases del ciclo sexual de manera superpuesta y no secuencial, incorporando componentes mentales y físicos. Un concepto innovador que incorpora este modelo es que el deseo sexual no tiene por qué preceder necesariamente a la estimulación sexual, es decir, no es imprescindible para que la excitación sexual o el orgasmo se produzcan. De esta manera, la mujer puede tener relaciones sexuales por otras razones como el deseo de cercanía a su pareja, intimidad, compromiso o como expresión de cariño. Así pues, la falta de deseo sexual en este modelo es considerado como algo normal en lugar de disfuncional, en contraste con los modelos anteriores [4].

- Modelo de Control Dual de Bancroft y Janssen (2000). Finalmente, otro de los modelos que recientemente se ha utilizado para entender el funcionamiento de nuestra respuesta sexual es el modelo propuesto a finales de los 90 por los doctores John Bancroft y Erick Janssen. Este modelo plantea la existencia de dos sistemas centrales de la respuesta sexual, un sistema inhibitorio (que nos hace no querer tener relaciones sexuales) y otro excitatorio (que nos impulsa a tenerlas). Ambos sistemas, que son hasta cierto punto independientes, proporcionan un “doble control” sobre el acto sexual y son necesarios para que tenga lugar la respuesta sexual completa [6]. De esta manera, el modelo basa su premisa principal en la variabilidad individual y establecen algunas suposiciones básicas. Para empezar, la inhibición sexual se considera un patrón adaptativo en todas las especies, ya que reduce la probabilidad de llevar a cabo un acto sexual en situaciones en las que esta actividad sería desventajosa o peligrosa para la persona. Por otra parte, Bancroft y Janssen establecen que, mientras que para la mayoría de las personas la propensión a tener una mayor o menor excitación sexual resulta algo adaptativo, aquellas personas con una propensión inusualmente alta a la excitación (o una muy baja inhibición) tienen más probabilidades de involucrarse en comportamientos sexuales de alto riesgo. Por el contrario, las personas con una baja propensión a la excitación sexual (o bien una muy alta inhibición sexual) presentan más probabilidades de experimentar problemas de disfunción sexual [7].

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Fuente:

[1] Mas, M. (2007). Fisiología de la respuesta sexual femenina: actualización. Revista Internacional de Andrología, 5(1), 11–21. https://doi.org/10.1016/s1698-031x(07)74029-3

[2] Gómez-Zapiain, J. (2013). Psicología de la sexualidad. Alianza Editorial.

[3] Cleveland Clinic. (2021). Sexual Response Cycle. https://my.clevelandclinic.org/health/articles/9119-sexual-response-cycle

[4] Rosen, R. C., & Barsky, J. L. (2006). Normal Sexual Response in Women. Obstetrics and Gynecology Clinics of North America, 33(4), 515–526. https://doi.org/10.1016/j.ogc.2006.09.005

[5] Ferenidou, F., Kirana, P. S., Fokas, K., Hatzichristou, D., & Athanasiadis, L. (2016). Sexual Response Models: Toward a More Flexible Pattern of Women’s Sexuality. The Journal of Sexual Medicine, 13(9), 1369–1376. https://doi.org/10.1016/j.jsxm.2016.07.008

[6] Granados De Haro, M. R. (2017). Relación entre la excitación sexual y la intención conductual para mantener contactos sexuales: Una aplicación del modelo de control dual al estudio de las conductas sexuales de riesgo [Tesis doctoral]. Universidad de Granada. http://hdl.handle.net/10481/47956

[7] Bancroft, J., Graham, C. A., Janssen, E., & Sanders, S. A. (2009). The Dual Control Model: Current Status and Future Directions. Journal of Sex Research, 46(2–3), 121–142. https://doi.org/10.1080/00224490902747222

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