El eje intestino-cerebro es una red de comunicación bidireccional que vincula los sistemas nervioso central y entérico. Esta red no es sólo anatómica, sino que se extiende para incluir también rutas de comunicación endocrina, humoral, metabólica e inmune. El sistema nervioso autónomo, el eje hipotalámico-pituitario-suprarrenal (HPA) y los nervios del tracto gastrointestinal conectan el intestino y el cerebro, lo que permite que el cerebro influya en las actividades intestinales, incluida la actividad de las células efectoras inmunitarias funcionales; mientras que el intestino influye en el estado de ánimo, la cognición y la salud mental. Por eso, es importante cuidar este eje.
¿Qué es el eje intestino-cerebro?
La evidencia clínica, epidemiológica e inmunológica sugiere que la microbiota entérica influye amplia y profundamente en la relación intestino-cerebro (es decir, estado mental, regulación emocional, función neuromuscular y regulación del HPA). Las investigaciones continúan dilucidando los mecanismos de acción para explicar los efectos de la microbiota, tanto directa como indirectamente, en los centros emocionales y cognitivos del cerebro y han demostrado que las fluctuaciones de la microbiota están relacionadas con cambios dentro de estos sistemas de comunicación.
Por ejemplo, varios trastornos del estado de ánimo, como la ansiedad, la depresión y los trastornos del espectro autista ahora tienen vínculos bien establecidos con alteraciones funcionales del sistema gastrointestinal, mientras que las enfermedades gastrointestinales (p. ej., síndrome del intestino irritable, enfermedad del intestino irritable) a menudo implican comorbilidades psicológicas asociadas con la alteración del estado de ánimo. Además, las investigaciones han demostrado que la composición de las bacterias intestinales parece influir en el desarrollo neurológico fetal y neonatal. Y, no es sorprendente, también se ha demostrado que la dieta influye en el impacto del microbioma intestinal en la función cognitiva.
¿Cómo afecta la disbiosis al eje intestino-cerebro?
La microbiota es una comunidad de microorganismos comensales y simbióticos que alcanzan una densidad superior a 1012 células/g de contenido en el intestino grueso humano. Entre 500 y 1.000 especies bacterianas diferentes pueblan el intestino de los mamíferos, pertenecientes a los cuatro filos bacterianos dominantes Firmicutes, Bacteroidetes, Actinobacteria y Proteobacteria. Una interacción beneficiosa y equilibrada entre el huésped y su microbiota es un requisito esencial para la salud intestinal y el cuerpo en su conjunto. En condiciones saludables, la microbiota de la mucosa desempeña un papel vital en la digestión de los alimentos, la síntesis de vitaminas, la angiogénesis, la maduración de las células epiteliales, el desarrollo, la educación del sistema inmunológico del huésped y la protección contra patógenos.
La colonización del intestino con una comunidad microbiana única comienza en el nacimiento mediante la exposición del bebé a la microflora del tracto vaginal y la piel de la madre. Durante los 2 a 3 años de vida, el sistema inmunológico del bebé se desarrolla y la microbiota del huésped madura y se estabiliza. La microbiota primero entra en contacto con el sistema inmunológico en las zonas mucosas, moldeando la tolerancia inmune a los microbios comensales y al mismo tiempo estableciendo la integridad de la mucosa. Junto con estos acontecimientos, también se ven afectados los órganos distales. El cerebro, en particular, sufre cambios dramáticos durante el período temprano de la vida. Dentro de los primeros tres meses de vida en el ser humano, su tamaño aumenta más del 50% desde el momento del nacimiento, alcanzando el 90% del tamaño del órgano adulto dentro de los primeros cinco años de vida. En este período tiene lugar el desarrollo neuronal y está respaldado y moldeado por la microbiota materna.
Últimamente, es cada vez más evidente que los microbios pueden producir moléculas neuroactivas que contribuyen directamente a la comunicación entre el intestino y el cerebro. Los neurotransmisores, como la acetilcolina, el GABA y la serotonina, producidos por bacterias pertenecientes a las especies Lactobacillus, Bifidobacteria, Enterococcus y Streptococcus, pueden influir directa e indirectamente en la fisiología de las células cerebrales. Sorprendentemente, el 90% de la serotonina necesaria para el estado de ánimo, el comportamiento, el sueño y varias otras funciones dentro del SNC y el tracto gastrointestinal (GI) se produce en el intestino.
Estos hallazgos sugieren que la circulación sistémica podría ser la ruta a través de la cual la microbiota influye en la neurotransmisión serotoninérgica del SNC.
La alteración microbiana intestinal, también conocida como disbiosis, es una condición asociada no sólo a trastornos gastrointestinales sino también a enfermedades que afectan a otros órganos distales.
Las bacterias intestinales pueden afectar la fisiología y la inflamación del sistema nervioso central (SNC). Durante la disbiosis, las vías de comunicación del eje intestino-cerebro están desreguladas y asociadas con una permeabilidad alterada de la barrera hematoencefálica (BHE) y neuroinflamación.
Existen varias vías inmunitarias implicadas en la homeostasis y la inflamación del SNC (Sistema Nervios Central). Entre ellas, la vía del inflamasoma se ha relacionado con afecciones neuroinflamatorias como la esclerosis múltiple, las enfermedades de Alzheimer y Parkinson, pero también con la ansiedad y los trastornos similares a los depresivos. El complejo inflamasoma se ensambla tras la activación celular debido a la exposición a microbios, señales de peligro o estrés y conduce a la producción de citoquinas proinflamatorias (interleucina-1β e interleucina-18) y a piroptosis. Las evidencias sugieren que existe una influencia recíproca de la microbiota y la activación del inflamasoma en el cerebro.
La composición de la microbiota o flora intestinal difiere significativamente entre los controles sanos y los pacientes afectados por trastornos neurodegenerativos (como la esclerosis múltiple (EM), la enfermedad de Alzheimer (EA) y la enfermedad de Parkinson (EP)) y neuropsiquiátricos, como la depresión mayor y los trastornos del estado de ánimo.
Por lo tanto, la disbiosis intestinal no produce solo enfermedades gastrointestinales, sino también neurológicas, por lo que debemos saber cómo cuidar la microbiota y el eje intetsino-cerebro.
¿Cómo cuidar el eje intestino-cerebro?
- Dieta equilibrada: la nutrición desempeña un papel fundamental en la salud del intestino y, por lo tanto, en el eje intestino-cerebro. Consume una dieta rica en frutas, verduras, fibras y alimentos fermentados para mantener una microbiota intestinal saludable. Evita los ultraprocesados y los azúcares.
- Probióticos y prebióticos: los probióticos son bacterias beneficiosas que pueden ayudar a mantener un equilibrio adecuado en la microbiota intestinal y se encuentran en alimentos como el yogur, el kéfir, kombucha, miso. Los prebióticos son fibras no digeribles que alimentan a estas bacterias. Incluye en tu dieta alimentos o suplementos probióticos y prebióticos.
- Reduce el estrés: el estrés puede afectar negativamente el eje intestino-cerebro. Practica técnicas de manejo del estrés como la meditación, la relajación, el yoga y el ejercicio regular o incluye suplementos de Ashwagandha, una planta adaptógena que ayuda a controlar el estrés.
- Duerme bien: el sueño adecuado es esencial para la función cerebral y gastrointestinal. Trata de mantener un horario de sueño regular y asegúrate de dormir lo suficiente.
- Hidratación: bebe suficiente agua para mantener una hidratación adecuada, lo que es importante para la función intestinal.
- Ejercicio regular: el ejercicio puede tener un efecto positivo en la salud intestinal y cerebral. Intenta incorporar actividad física regular en tu rutina.
- Evita el exceso de alcohol y cafeína: el consumo excesivo de alcohol y cafeína puede afectar negativamente la salud gastrointestinal y del sistema nervioso.
Fuentes:
Appleton J. The Gut-Brain Axis: Influence of Microbiota on Mood and Mental Health. Integr Med (Encinitas). 2018 Aug;17(4):28-32. https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC6469458/
Andrina Rutsch, Johan B. Kantsjö, Francesca Ronchi, The Gut-Brain Axis: How Microbiota and Host Inflammasome Influence Brain Physiology and Pathology. Front. Immunol., 10 December 2020. Sec. Multiple Sclerosis and Neuroimmunology. Volume 11 - 2020 | https://doi.org/10.3389/fimmu.2020.604179